La relación que tuviste con tu mamá es única, aun si tienes hermanos o hermanas; cada uno de ustedes creó con ella un vínculo especial, por ello, a pesar de que se trate de la misma persona, cada uno vivirá su duelo de modo diferente. 

Las emociones y sensaciones que se viven tras la muerte de una madre son muy diversas. Esto se debe a varios factores: si te llevabas bien o mal con ella, si tenían una relación unida o distante, si antes de su muerte discutieron por algún motivo, si existían resentimientos, si su fallecimiento fue consecuencia de una enfermedad o un accidente, etc. Cada situación generará un duelo distinto que debe ser abordado de manera especial. 

Esta ocasión me centraré en hablar del duelo tras la muerte de una madre muy querida y con quien se tenía una relación muy estrecha. Posteriormente procuraré escribir sobre el duelo tras la muerte de una madre con quien existían diferencias o distanciamientos, ya que en esa situación también se puede sufrir bastante. Es importante que sepas que, más allá de cómo era tu relación con ella, la pérdida de una madre resulta comúnmente dolorosa y aunque su fallecimiento tiene mayor impacto en adolescentes e infantes (debido a que necesitan más de sus cuidados), ello no implica que como adultos estemos exentos de sufrir esta pérdida. 

¿Por qué duele tanto perder a una madre?

La madre es una de las personas más importantes en nuestra vida, ya que desde el primer instante de nuestra existencia estuvo presente. Con ella convivimos aun antes de nacer y es ella, principalmente, quien se encarga de alimentarnos y cuidarnos durante nuestros primeros años. Con ella creamos el primer vínculo afectuoso; así, desde el primer instante, nos acostumbramos a su presencia, a sus cuidados y cariño, por ello tener que vivir sin ella puede generarnos un enorme vacío en el corazón. Por primera vez en tu vida te encuentras en un mundo en el que ella no está. Esa realidad había sido hasta ahora desconocida para ti, lo cual puede generarte sentimientos de angustia, soledad, abandono, desamparo, injusticia, entre otros.

Sumada a la estrecha relación que de manera natural se crea entre madre e hijo, nuestra sociedad ha generado una imagen materna con un peso muy importante. Muchas familias se mantienen unidas en torno a la madre, por lo que al morir ella suele haber desunión o conflicto. 

Por otra parte, es común que este duelo resulte muy difícil para quienes crecieron teniendo a su madre como único apoyo, siendo ella quien los cuidó y sacó adelante. Del mismo modo, el sufrimiento es muy grande en aquellos casos en los que, por diversos motivos, la madre, además de ejercer el papel de progenitora desempeñó el papel de confidente y amiga, de consejera y cuidadora, de maestra y guía, e incluso de roommate (compañera de hogar). En estos casos se configuran relaciones muy estrechas, por lo que tras su muerte, no solo queda vacío el lugar de mamá, sino también el de la mejor amiga… el de compañera de vida.

Aunque parezca peculiar, es frecuente que los primeros días e incluso semanas tras el fallecimiento de tu mamá, sean relativamente sencillos de pasar, pues la mente no ha logrado asimilar el suceso, además de que se ha mantenido ocupada con los servicios funerarios y rituales religiosos, e incluso con familiares y amigos que suelen hacerse presentes en esos momentos; sin embargo, tras el paso de los meses, la ausencia se va haciendo más notoria y difícil de sobrellevar, pues al volver a la rutina es cuando realmente nos damos cuenta de que nos hace falta, de que extrañamos sus consejos, su amor incondicional, su sonrisa al vernos llegar, e incluso su deliciosa comida o su abrazo. 

Día de las madres y otras fechas especiales sin mamá

Las fechas importantes como su cumpleaños o el tuyo, el Día de las madres, Día de muertos, Navidad o Año nuevo, suelen ser aún más difíciles de pasar tras su fallecimiento, sobre todo el primer año, pues ante tales acontecimientos solemos hacer festejos especiales en los que su ausencia se hará evidente, pues faltará su plática, su comida, su cariño, etc. 

Seguramente para tu mamá no existía nadie mejor que tú. Ella era tu más fiel seguidora, la que siempre te echaba porras y apoyaba, quien te escuchaba en cualquier momento y a quien podías pedirle consejo en cualquier situación, con quien sabías que podías contar de manera incondicional. Sin importar tu edad es muy probable que tu mamá siguiera procurándote y cuidándote e incluso consintiéndote. Estoy segura de que te recibía con una sonrisa y le alegraba saber que estabas bien. Por ello, hoy que ya no está la echas tanto de menos y sobre todo el Día de las madres

Sin embargo, el hecho de que tu madre ya no esté, no quiere decir que no puedas honrarla en fechas especiales. Llévale flores; escríbele una carta de agradecimiento; prepara sus recetas y comparte anécdotas con tu familia; cuéntales de ella a tus propios hijos o sobrinos (si los tienes); escucha canciones que le gustaban y recuerda cómo era cuando estaba contenta; de acuerdo a tu fe, realiza alguna oración en su nombre o enciende una vela; mira fotografías y recuerda todos los momentos que compartieron. 

Lo más importante es que cuando se acerquen este tipo de festejos hagas lo que tu corazón te dicte. Piensa qué te gustaría: si prefieres pasar el día en soledad o en compañía, y hazle saber tus deseos a tus seres queridos. Si te parece una buena ocasión, organiza algo con las personas que la conocieron; pueden ser tus hermanos, hijos, primos, tu papá, amistades, etc.

Consejos para sobrellevar la muerte de una madre

Finalmente quiero ofrecerte algunos consejos para sobrellevar tu duelo tras esta enorme pérdida. 

  • Honra su memoria. Recuerda lo mucho que tu mamá te amó, cuánto se esforzó por tu bienestar y felicidad y cuánto le alegraba verte sonreír. Sé consiente de cuán importante fuiste para ella. Ahora piensa que una de las mejores maneras de honrarla y amarla es hacer algo para reponerte y que dejes de sufrir, pues te aseguro que lo que menos quería tu madre es hacerte llorar o verte triste.
  • Acepta la muerte como algo natural. Debes aprender a aceptar que la muerte es algo natural  e inevitable. Tu madre vivió su propio ciclo, en el que compartió contigo muchas experiencias y enseñanzas, pero su tiempo ha llegado a su fin. Agradece porque ahora ya no sufre y ya no necesita nada, pues su cuerpo ha dejado de existir y con él todas sus carencias, dolores y anhelos, así que no debes preocuparte más por su bienestar, porque ya nada le falta. 
  • Aprende a cuidar de ti. A partir de ahora debes aprender a cuidar de ti tanto como lo hizo tu madre. Debes aprender a escucharte y aconsejarte, a madurar (si es que te hace falta), a tener tanta fe y confianza en ti como ella la tenía. No te abandones a la sensación de orfandad, mejor comienza a reconocer que aprendiste de ella mucho más de lo que creías y que eres capaz de sobrevivir porque te dio las herramientas que necesitabas.
  • Respétate y date tiempo de transitar tu duelo. Deja que fluya tu dolor, tu llanto, tu enojo (si es que lo sientes). Permite que todas tus emociones salgan y reconoce si necesitas apoyo. Comenzar una terapia tanatológica puede ser de gran ayuda para comprender y entender tus sentimientos y te facilitará tu proceso. 
  • Vive. Date la oportunidad de encontrar nuevas amigas; de compartir tus experiencias, con otras personas. No se trata de reemplazarla, pues eso es imposible, sino de afirmar tu propia vida. Te aseguro que si en este momento pudieras darle un regalo, el mejor que podría recibir sería el de verte feliz y en plenitud. 
  • No veas su muerte como un castigo. Nadie desea sufrir la muerte de un ser querido y mucho menos cuando consideramos que su fin fue doloroso, como suele ocurrir cuando la muerte es derivada de una enfermedad. No te atormentes pensando que ella no merecía vivir ese dolor. Las enfermedades no son castigos, simplemente son algo que nos toca o no experimentar. 
  • Perdona. Perdona a tu madre por no poder seguir a tu lado. Ella jamás quiso abandonarte, pero nadie puede ser eterno. Si fuera necesario perdona también a tus familiares, cada quién tiene sus propias lecciones que aprender y sus procesos por vivir. De nada sirve guardar rencores o resentimientos.
  • No quieras ocupar su lugar. No te sientas con la responsabilidad de tomar su puesto en la familia y tampoco pidas a otras personas que lo ocupen. Dentro de la familia cada quién tiene su rol y por muy duro que parezca mantener la estructura sin mamá, ésta se irá reacomodando.
  • No te culpes. No te agobies pensando en que pudiste hacer algo más. Todos hacemos lo mejor que podemos. Aprende a aceptar que es imposible controlarlo todo, especialmente en esta época de pandemia. Lamentablemente debido a la Covid-19, muchas personas no han podido despedirse de sus seres queridos o han tenido que limitarse en sus rituales funerarios. Probablemente sientas que tu mamá se sintió sola en el hospital (en caso de haber estado internada), o que deseaba otro tipo de ceremonia, pero de nada sirve culparse. Te aseguro que en su mente y en su corazón siempre estuviste presente y, a pesar de todo, ella siempre supo cuánto la amaba su familia.  
  • Acércate a tu familia. Esta es una buena ocasión para acercarte a otros miembros de tu familia. Si tu papá aún vive o tienes hermanos, puedes intentar conocerlos mejor, promover la unión con ellos, comprenderlos, perdonarlos y apoyarlos.  
  • No te metas en problemas de herencias. A veces los testamentos o la falta de ellos terminan por generar graves conflictos que llegan a romper las familias. Procura no pelear y aceptar la voluntad de tus muertos. Finalmente lo más valioso que te ha dejado tu madre son las experiencias que viviste con ella, sus enseñanzas y todo el amor que te dio. 
  • No idealices a mamá. Aunque tu mamá haya sido excelente persona, recuerda que fue humana y como tal tuvo defectos y errores. Acéptala tal como fue, ámala y recuérdala con cariño, pero procura no “santificarla”, pues al idealizarla pueden surgir culpas que no nos corresponden, como si no hubiésemos sido suficientemente buenos hijos con ella. Piensa que así como ella se esforzó en ser la mejor madre que pudo, tú también te esforzaste por ser la mejor hija o hijo que pudiste, y aunque hayan tendido discusiones o diferencias (lo cual es perfectamente normal y pasa en todas las familias y relaciones), al final siempre se amaron y dieron lo mejor de sí. 
  • Escribe una carta de despedida. Es momento de que físicamente te separes de mamá. El evento es muy doloroso, pero también inevitable. Si consideras que puede ayudarte, escríbele una carta. En ella agradécele todo lo que te dio, enseñó y amó; dile cuánto te esforzaste por ser una buena hija o un buen hijo, cuánto la amas y cuánto la vas a extrañar. Si fuera necesario, dile que la perdonas y/o pídele que te perdone. Finalmente despídete de ella diciéndole que jamás la olvidarás pero que aceptas que ya no puede seguir acompañándote corporalmente en el viaje de tu vida. Por último quema la carta y si lo deseas haz una oración dedicada a ella. 
  • Acude a terapia. Si con el pasar del tiempo continúas con desánimo o sintiendo un profundo dolor; si no logras aceptar tu pérdida o sientes que tus emociones te impiden continuar con tu día a día, es momento de acercarte a un profesional que te ayude a transitar este duelo y a reencontrar tu serenidad para que puedas retomar tu vida. Si te interesa comenzar una terapia tanatologíca, puedes revisar más informes aquí.

Algunos libros que te pueden servir

Los libros también son de gran ayuda en los momentos de dolor. Te recomiendo algunos títulos que te pueden facilitar tu tránsito por este proceso. Haz clic sobre los mismos para leer su descripción, o adquirirlos.